Sin lugar a dudas, la introducción de la pintura al óleo en Venecia fue capital para el desarrollo de la escuela pictórica veneciana, que tomó el color como el máximo exponente frente al dibujo romano. Ello acabó desembocando en una disputa teórica para dilucidar cuál de los dos caminos del Cinquecento (expresión artística italiana para definir el siglo XVI) era el mejor, corriendo ríos de tinta entre teóricos de ambas partes para intentar demostrar que su postura merecía mejores elogios y mayor gloria. Ahora bien, ¿cómo llegó el óleo a Venecia, un lugar donde hasta entonces se pintaba al temple?
Cristo muerto, sostenido por un ángel, Antonello da Messina (1475-76), 74 x 51cm. Museo Nacional del Prado |
Antonello da Messina (Messina, c. 1430-1479, Messina), pintor siciliano del que presentamos su obra más reconocible entre el público asiduo al Museo del Prado, acababa de llegar a Venecia en 1474, acompañándole una aureola de ser conocedor de nuevos aglutinantes que vivificaban el resultado de sus pinturas de un modo insospechado (dicho de forma prosaica, podríamos compararlo a la utilización de la alta definición actual), produciendo en consecuencia muchísimo interés por los pintores autóctonos en conocer estos secretos para poder ponerlos en práctica en su propio beneficio.
En esto, Giovanni Bellini (Venezia 1433-1516, Venezia), pintor de reconocido prestigio en la ciudad junto con su hermano Gentile, urdió una estratagema para hacerse con los secretos de Antonello, dado que pese a que se le consideraba una persona intachable moralmente (posiblemente su fama se deba a su prolífica obra religiosa en diferentes formatos con la que decoró más de un convento), decidió vestirse con sus mejores galas y presentarse en la presencia del pintor siciliano para que este le hiciera un retrato.
Porträt von mann (¿Giovanni Bellini?), Antonello da Messina (1474), 32 x 26cm. Gemäldegalerie, Dresden |
Así, mientras el incauto de Antonello fardaba de lo avanzada que era su técnica pictórica, Bellini se apoderó de su secreto sin que él se diera cuenta, haciéndole preguntas lo suficientemente ambiguas para no levantar las sospechas del siciliano. De este modo, cuando Antonello a los pocos días hubo terminado el retrato, Bellini le pagó lo que dispuso y aquel jamás se enteró de lo barato que le había salido al veneciano aquella lección maestra que Antonello había aprendido de los pintores flamencos y de su aceite de linaza.
Como hemos advertido, hoy nos parece incalculable el valor de este descubrimiento por parte de Bellini, pese a sus malas artes, pues dos de los alumnos de su taller fueron nada menos que Tiziano y Giorgione, padres de la excepcional escuela colorista veneciana que tanto disfrute nos ha producido a los admiradores del arte de todas las épocas desde entonces.
Autoritratto, Giovanni Bellini (1500), 34 x 26,5cm. Musei Capitolini, Vaticano |
Finalmente cabe apuntar que pese a ser desconocido científicamente hablando el retrato que Antonello da Messina hizo de Giovanni Bellini, hemos encontrado un parecido razonable en la obra presentada, tomando como base el autorretrato que se hizo el autor veneciano en 1500.